No tengo palabras para expresar todo lo que he sentido en esta maravillosa novela de Elena García.

Las situaciones en las que vivían las chicas terminaron de ponerme el pelo. Izan fue un héroe al enfrentar a su padre y ayudar al comisario a desmantelar la red de tráfico de personas.

Me entristeció saber cómo trataban no solo a la madre de Izan, sino a todas las mujeres.
Es cierto que Sara no pasó por todo lo que pasaron Ana y las otras chicas, pero aun así, sufrió mucho. Nadie debería privar a nadie de sus derechos como personas, y menos pretender arrebatar la pureza de las niñas.

Tuve un gran arrebato de ira cuando leí que había una niña de ocho años en el medio de esa red. Es muy embarazoso lo que hace la gente, para obtener un poco de dinero.

Joyas, autos de lujo e incluso dinero no dan felicidad. Lo que realmente da felicidad es el amor de la familia.

Me alegro de que, incluso si se trata de una novela independiente, Elena podría jugar con los personajes de las otras dos novelas que ya había publicado. Creo que al incluirlos se dio otra visión a la novela.